FIRMAS: PG Cuartango, Erasmo, Ferrer Molina, S Sostres, F Francisco Sosa Wagner

pedro g. CUARTANGO
20/08/2011
Cuando la religión es espectáculo
He leído
varios de los trabajos de Benedicto XVI y me parece que es un
intelectual muy sólido, con una gran vocación por la teología y con una
singular inquietud por el diálogo con los no cristianos. Ahí está su
apasionante debate con Habermas.
Pero a lo que estoy asistiendo estos días no me gusta
nada porque, aunque soy agnóstico, creo que la religión es esencialmente
un vínculo del individuo con Dios. No creo que la espiritualidad tenga
mucho que ver con los banderines, las tunas, las aclamaciones, los
caballos andaluces, los vítores y las recepciones de los políticos.
No puedo evitar tampoco comparar la imaginería de los
actos masivos que están teniendo lugar en este viaje con el silencio de
los monasterios cistercienses y benedictinos, donde se reza y se trabaja
para servir a Dios.
Me temo que la obsesión de la Iglesia católica por llegar
a las masas está deteriorando el mensaje esencial del cristianismo, que
para mí está mucho más cerca de los monjes que rezan maitines en la
oscuridad de un templo que en este tipo de circos mediáticos que
rivalizan con el show de Belén Esteban.
Algunos verán en mis palabras un desprecio hacia el Papa y
el catolicismo cuando pretendo justamente lo contrario: reivindicar el
papel y el sentido de la religión en un mundo laico. Me parece
detestable el anticlericalismo simplón que ha salido a las calles de
Madrid estos días. Pero tampoco me gusta nada esta idea de la religión
convertida en espectáculo para consumo de las masas.
La forma es tan importante como el fondo y, por ello, el
sentido de las palabras de Benedicto XVI puede ser apagado por la bulla
de estos acontecimientos en los que se mezclan cosas tan distintas como
la aventura, el viaje, el jolgorio y la fe de esos peregrinos que no han pisado camino alguno.
Me da la sensación de que, al igual que la política, la
religión se está haciendo cada vez más mediática. El medio resulta más
importante que el mensaje y el rito desplaza a la experiencia interior.
Pero el Papa no es un ídolo sino un referente moral. Por eso, al ser
tratado como una estrella corre el riesgo de provocar un gran
malentendido.
La espectacularidad casa muy mal con el mensaje cristiano, una religión muy vinculada al individuo y las pequeñas comunidades, a las iglesias románicas y a la música de Bach. El Vaticano debería reflexionar sobre este tipo de escenificaciones en las que lo accesorio oculta lo esencial
FERRER MOLINA
20/08/2011
España es una gran tangana
Todo el mundo
parece dispuesto a saldar cuentas con el vecino. Laicos con católicos,
madridistas con culés, taurinos con animalistas, abortistas con provida,
fumadores con no fumadores, nacionalistas con antinacionalistas, los de
la Ser con los de la Cope, feministas con machistas, partidarios del
libre mercado con intervencionistas, pro trasvases con antitrasvases,
sindicalistas con antisindicalistas, los jueces del Supremo con los del
Constitucional, la SGAE con el resto. Y viceversa.
No hay dos Españas. Lo que hay son miles y miles de
individuos dispuestos a gritar más fuerte para que prevalezca su
opinión. Pareciera que no bastase con tener unas ideas: hay que señalar a
un enemigo al que poder escupírselas. De ahí que no puedan compartir la
misma plaza quienes se oponen a la visita del Papa con los peregrinos.
Para guardar las apariencias propugnamos alianzas de
civilizaciones con sociedades remotas cuando aquí enviaríamos con gusto
al destierro a quienes nos llevan la contraria.
Si los incidentes a oscuras de la Puerta del Sol fueron
lamentables, qué decir del espectáculo bajo los focos del Camp Nou,
televisado a centenares de países. La bronca final es el reflejo de esa
gran tangana que es hoy España.
Alguien que desprecia al adversario, que le mete el dedo
en el ojo -ahora también físicamente- es alguien que se niega a
reconocer al otro como a un igual, que está dispuesto a pisotearle para
lograr sus objetivos. Pero peor que esa actitud es la de aquellos que la
justifican o buscan atenuantes, ya sea desde la grada o en la prensa,
espacios cuyas fronteras están lamentablemente difuminándose. Corremos
el riesgo de acabar viendo a Mourinho girar la cabeza en redondo en
mitad de una rueda de prensa, igual que lo haría la niña del exorcista, y que aún haya quien se esfuerce en encajar el episodio con naturalidad.
Tal es el grado de calentura general que los periodistas, antes de sentarnos delante de un micrófono o del ordenador, deberíamos sacarnos el carné de manipulador de mercancías peligrosas. Porque España es un país con poca mecha. Explota rápido. Y tenemos una responsabilidad
ERASMO
20/08/2011
V/Papa II
Salvador sostres
20/08/2011
Jesús vs. Karl
Esperanza Aguirre
hizo también referencia a los valores de la igualdad y de la dignidad
como aportaciones del cristianismo, y bastaría un poco de cultura
general -sólo un poco- para saber que Jesús es el primero en
tratar a todos los hombres por igual y en anunciar que Dios no les
juzgará por sus actos, sino por su condición. La idea, tan fundamental
en nuestra sociedad, de la igualdad de oportunidades, parte del
cristianismo, parte de las enseñanzas de Cristo.
Lo que el marxismo y el comunismo pretendieron fue el
igualitarismo. No la igualdad de oportunidades, sino la igualdad de
resultados, y eso ha destruido cualquier sociedad donde se haya
intentado aplicar. La competencia es el sistema que tiene la Humanidad
para mejorar. La competencia con los demás y la competencia con uno
mismo, con nuestras propias limitaciones, para mejorar.
Nada hay que aniquile más la voluntad y el espíritu de
superación que el igualitarismo atroz. Sólo hace falta ver lo deprimidos
y hundidos que han quedado los países que han tenido que soportar esta
lacra. Si hablamos de dignidad, quien primero reconoció la vida como
valor sagrado, por ser un regalo de Dios, y quien primero afirmó que
sólo Dios podía arrebatarla, fue también su hijo.
Igualmente, los mandatos esenciales del cristianismo, de
respeto y de amor al prójimo, son los mejores consejos para que la
dignidad del hombre aflore y perdure, mucho más que la Stasi, la
Securitate y las checas, que han sido los tétricos estandartes del
comunismo.
No hay mayor fuente de dignidad que la libertad y el amor,
los dos emblemas del cristianismo. No hay mayor muestra de respeto a la
dignidad del hombre que afirmar que ha sido creado a la imagen y
semejanza de Dios.
Hay una proporción casi matemática entre los sistemáticos
insultos que recibe la presidenta de Madrid por parte de los periodistas
orgánicos y lo más abultada que cada vez es su mayoría absoluta, en
tanto que la mayor penitencia de los barriobajeros es que se ponen en
evidencia ellos mismos sin que haga demasiada falta responderles.
Pero sí que convendría resaltar que, más allá de la fe de
cada cual, el cristianismo es la base moral de nuestra civilización, y
que nuestra civilización es la única que existe, porque fuera de los
valores cristianos no se ha dado ninguna otra civilización sino
simplemente distintas formas de barbarie.
El comunismo se cargó la Historia y el socialismo no
comprende el alma. No hay plenitud sin tensión trascendente, ni habría
libertad sin Dios, ni ha habido ninguna teoría política ni social que
incluyera a los más desfavorecidos en un principal mensaje de amor: «Los
últimos serán los primeros». Como recordó el papa Ratzinger en el título de su primera encíclica, Deus caritas est.
Resulta inconcebible que en nombre del laicismo nos hayamos vuelto un país tan zafio e indocumentado como para acabar desconociendo nuestras raíces más elementales. El relativismo no es una forma de conocimiento, sino de ignorancia
Bolzano, donde las lenguas se entrelazan

Además, el tren
austriaco dispone de esos vagones tradicionales que ya apenas quedan y
donde se cometían los crímenes de la época gloriosa y novelada. En el
que me instalo había un matrimonio japonés con su hijo de 12 o 13 años
que se dirigía hacia Milán. Curiosa la actitud de los tres: habían
venido -según contaron- por primera vez a Europa en viaje turístico,
estaban atravesando nada menos que los Alpes Dolomitas... Pues bien,
¿alguien cree que dedicaban alguna atención al paisaje? Es probable que
ese hubiera sido su deseo pero les resultaba imposible pues estaban
literalmente enredados entre cables: del ordenador, del iPod, del iPad,
de los móviles, de la máquina de fotos, de la de vídeo... En medio de
aquel lío era imposible mirar por la ventana ni disfrutar de aquellos
montes suntuosos y venerables.
Bolzano (en alemán, Bozen) es, como ciudad, un descubrimiento
sobre todo si se disfruta de un tiempo sereno en el que aletean las
brisas finas y se reciben por doquier las galanterías de las flores.
Bolzano es una maravilla urbanística, una coquetería arquitectónica, el
mimo austriaco y la gracia italiana maridadas... No me extraña que se
hayan peleado por esta joya unos y otros a lo largo de los siglos.
Perteneció al Imperio austrohúngaro y pasó al dominio italiano tras la
Gran Guerra. Mussolini quiso italianizarla utilizando los métodos recios
a que acostumbraba y Bolzano hizo como que aceptaba los deseos de aquel
histrión de teatro en almoneda. Pero siguió con sus sentimientos
partidos, entre las culturas italiana y germánica.
Capital de lo que hoy es, jurídicamente, una provincia
autónoma dentro de una región italiana, Bolzano es, en términos
geográficos e históricos, la zona sur del Tirol. El Imperio de Austria
se vio obligado a ceder en 1858 ciudades y espacios a la Lombardía y en
1866 a Venecia. A partir de ese momento, los italianos bajo dominio
austriaco eran los que vivían en los territorios costeros de Goricia,
Istria, Gradisca y Trieste así como de Dalmacia. En el Tirol estaban
mezclados con la población alemana. El catolicismo era, en esta zona, militante -se le llamaba el sagrado Tirol-
y ya en las jornadas revolucionarias de 1848-1849 se gestó la idea de
dividir el territorio en dos partes: un Tirol alemán en el norte, con
Innsbruck como referencia, y otro italiano en el sur, con Bolzano como
epicentro. En el marco del Imperio regido desde Viena, los tiroleses
disfrutaron de una suerte de Administración autónoma que perdieron en
buena medida cuando se convirtieron en zona fronteriza con el reino de
Piamonte-Cerdeña primero y de Italia después en el conocido proceso de
unificación de este país. Ante estas nuevas circunstancias, se impuso
por parte de las autoridades austriacas una discreta pero vigorosa
vigilancia. Con todo, los tiroleses siguieron disfrutando de unas
ciertas libertades e incluso se hubiera podido crear alguna universidad
italiana en el Imperio austriaco si dificultades menores no hubieran
desbaratado el proyecto.
Esta región fue, para el Imperio, un problema limitado si lo
comparamos con los gigantescos causados en otros lugares. Cuando
llegaron sus amenes, las pérdidas territoriales establecidas por el
Tratado de Saint-Germain (septiembre de 1919) fueron muy aflictivas para
los austriacos: cesión a Italia del Trentino, Tirol del Sur, Trieste,
Istria, varias islas de Dalmacia y el Friuli. Se reavivaron las lágrimas
derramadas con ocasión de las derrotas de 1859 y 1866.
Después de la Segunda Guerra Mundial se creó la región del
Trentino Alto Adige porque Alcide De Gasperi era oriundo de esas tierras
y porque quería compensar la alemanidad de una zona con la italianidad de
la otra. Tras las últimas reformas constitucionales hay dos provincias:
el Trentino, con la capital en Trento, italiana; y el Alto Adige
(Südtirol para los alemanes) cuya capital es Bolzano donde se habla el
italiano y el alemán con normalidad. Ha habido en el pasado
enfrentamientos lingüísticos e incluso terrorismo -en los años 60- pero
hoy parecen superados, en todo caso no conocen expresiones violentas. A
esta situación se ha llegado por la conjunción de varios factores, entre
ellos la prudencia de sus gobernantes y de sus poblaciones, y la
incorporación de Austria a la Unión Europea.
El quiosquero, los empleados del hotel, los conductores de
los autobuses, los camareros, los jóvenes que uno se tropieza por la
calle, hablan uno y otro idioma. En la escuela se aprenden y es así como
se construye una comunidad. Comparo la situación lingüística con la de
Bélgica, dividida en dos poblaciones rencorosamente enfrentadas y donde
las lenguas no se utilizan como instrumentos del entendimiento sino como
armas de combate. Lenguas como trincheras. Pruebe el viajero a acudir
en tren desde Bruselas a Amberes, a Brujas, a Gante: en cuanto sale de
la región de Bruselas -bilingüe- los anuncios de las estaciones del
recorrido ya se hacen solo en neerlandés. Sin concesión alguna, ni
siquiera al inglés. Para qué hablar del francés...
O en España, donde los partidos nacionalistas vascos,
catalanes y gallegos están empeñados en formar comunidades unilingües a
base de forzar la historia de la tierra, de las familias, de las
costumbres, de todo aquello al alcance de su obstinación política.
Bolzano es, por el contrario, tierra donde las lenguas se entrelazan que
es como más gustosas son las lenguas. Por sus bosques de músicas,
olores y colores anduvo hace miles de años un hombre que careció en su
tiempo de significación alguna pero que, convertido en momia y
descubierto 5.000 años después en un estado de conservación apreciable,
le ha hecho ser un personaje de telediario. ¡No eres nadie en vida y de
momia eres un momio!
ES TIERRA además de vinos. Hay varios pero quiero recordar que la famosa uva Gewürztraminer
tiene su origen en un pueblecito que se halla a poco más de 20
kilómetros de Bolzano. Se llama Tramin, un lugarejo bellísimo. Es
lástima que un domingo, en pleno verano, sea imposible en él comprar
nada, ni una botella de vino, ni un recuerdo, pues todos los comercios
cierran. El único mesonero que trabaja me cuenta que Tramin es un
paraíso porque está a poco más de 200 metros sobre el nivel del mar,
apenas nieva en invierno y disfruta de un clima que permite grandes
cosechas de peras, manzanas y verduras. Y tiene razón pero tampoco hay
que llevar esa condición paradisíaca a sus últimas consecuencias pues es
verdad que en el paraíso no se pegaba golpe pero, al final, de él
fueron expulsados nuestros primeros padres para «ganarse el pan con el
sudor de su frente» y este mandato podría ser observado con mayor rigor
por los privilegiados habitantes de este lugar.
En fin, de Tramin queda la uva milagrosa, una uva audaz pues
se ha escapado hace ya años a buscar aventuras por Francia, por
Alemania, por España (Cataluña, El Bierzo...), lugares todos donde ha
echado raíces. El vino que produce, tomado frío, con quesos suaves o con
un postre pecaminoso por pingüe, es una tentación por la que toda
persona bien conformada debe dejarse atrapar.
Francisco Sosa Wagner es catedrático y eurodiputado por UPyD. Su último libro (con Mercedes Fuertes) se titula El Estado sin territorio. Cuatro relatos de la España autonómica (Marcial Pons)
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